domingo, 7 de agosto de 2016

En esa estación de tren cual recuerdo,...

El Hidalgo Perdido.
En el palomar, una hoguera, desde donde las brasas en quemar nuevas astillas. Hacían de la garganta un infierno en vida, como ruta de un paso de maldad en mismo engaño. Clavando como cuerdas vocales el profundo de las mismas astillas entrecruzadas.
La puerta entreabierta, marcaba una silueta de ese mal que se acuesta a la epera en transparentes. Desde el acuse de usurpación, era en mismo modo de sumisión en los ya atrapados y utilizados para ese suplantar de personajes.
De la cara dos salientes que se acomodaban en individual a cada lado, para el engaño de arrastrarte a uno de los lados fingiendo que estás al otro.
La derecha es un cambio de garganta, la víctima en el centro, sólo es la manipulación al respecto de lo que se quiera simular en ambos lados. Todo un escenario acomodado al siniestro de captar nuevas víctimas de paso.
Un escenario invisible que se amolda a la figura corporal, dejando el cortinal abierto a un engaño. Un escenario de un teatro vivo en “I” para atormentar a esas redes de ideologías impuestas en la sombra. Una transición de engaños amoldables a las figuras de aquellos que destaquen, para desgarrar en el desmembrar disfrazado. Haciendo creer que se cambian poderes en el mismo exterminar de la esperanza. Quedando toda una batalla en silencios que despistan con silbidos. Siendo del final de la verdad, el enmudecido del matar con las mentiras.
El Chino, Manolón, el Pirulo, el Sevilla, el Sixto, el Miguelón, el Boqui o boquilla, todos son apodos de manipulación bajo escaparates. Se les denomina los perros del poder.
En sus vidas parecen fracasados de lástima, pero la realidad abarca más alla de lo visible.
A través de la “I” enganchan y enchufan a las personas, a las redes de luz y les obligan a vivir en esos juegos de roll, que involucran a las mismas secuencias televisivas al fracaso o la batalla.
Siendo manipulación continua de enredos y daños que afectaran a la salud, pasando desapercibidas las causas reales.
Lo mismo hacen con los festejos, donde los animales como los “toros” forman parte del protagonismo, de una tortura en “I” que se focaliza en personas secuestradas mentalmente en el rastro de la vida.
Para protagonizar en daños mentales e irreversibles como agravio de una tortura de totalitarismo.
Dejándolos abandonados al dolor extremista que como bestia no describe un toro, pero si una persona utilizada en este tipo de juegos de roll.
Motivo de debate, para los continuos tiras y aflojas televisivos de un constante añejo den las costumbres.

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