jueves, 13 de octubre de 2016

UN CUENTO…


Había una vez una persona, trabajadora, fiel, cumplidora, amiga de sus amigos, vamos lo que la sociedad llama un tipo “normal”.
            Pero un maldito día, todo se empieza a venir abajo, su pareja decide irse con otro (ya no hay la magia que había al principio), en su trabajo reducen la plantilla y le dan la jubilación anticipada, eso sí con un buen sueldo, con sus hijos empieza a perder el contacto y se distancia de ellos, acaba divorciado, solo, y sin esperanzas, con una pobre pensión y sin nada que hacer en la vida.
            Más un día decide ir al psicólogo, porque alguien le dijo que le podía ayudar, y ahí empieza su verdadero calvario, que se quiera más a sí mismo, que así no puede seguir.
            Él lo intenta, se esfuerza por vivir, pero todas las energías le fallan, se ve hundido, no tiene fuerzas para seguir se toma un bote de pastillas y con ello pretende  acabar con todo, realmente lo único que quiere es llamar la atención para que alguien cuide de él y por fin pueda empezar de nuevo.
            Da el aviso de lo que ha hecho y lo llevan al hospital, lavado de estómago, etc.
Pero en realidad no tenida intenciones de morir y así se lo comunica a sus médicos. Pero el mal ya está hecho el informe médico es claro, intento de suicidio, pérdida de control mental, etc., etc.,
            Claro estos toman la decisión que piensan que es correcta, lo envían a una clínica de salud mental, allí le controlan las duchas, las comidas, lo vigilan, él no lo entiende pero en realidad es lo que se ha buscado, llega a la conclusión de que también está loco y que su vida no merece la pena.
            Al principio se revelaba porque el sinceramente era una persona cuerda pero cuanto más intentaba hacérselo saber a las personas que cuidaban de él cada vez lo veían mas como una amenaza. Hasta lo llegaron a atar en la cama.
            Un mes después se pone en contacto con él una institución sin ánimo de lucro que lucha por personas como el, le convencen que ya está en condiciones de vivir solo y que ellos le facilitarían un lugar donde vivir, le proporcionarían comida, cuidados etc.
            Le hacen firmar papeles uno para la ley de demencia, otro para poder ellos manejar sus cuentas para que se administre mejor, y llega la hora de meterlo en un piso tutelado, hay otros tres con el cada cual peor, no limpian, no se asean y el cada vez está más desamparado. Termina encerrándose en su habitación, sin hablar con nadie, sin ni siquiera salir a la calle. Ahora sí que se siente hundido de verdad.
            No puede ni salir a la calle porque según ellos el dinero que necesita para pagar la atención (que no le dan), la ayuda(que no le prestan), le resta de su pensión un montón de dinero, le ponen una pobre asignación para poderse tomar un café o un bollo y estar deambulando por la calle todo el día.
            Lo peor que es ahora ya no hay marcha atrás, según los médicos, la fundación, y toda su familia no está preparado para vivir por sí mismo.
            Habían convertido en un loco a una persona normal con problemas.

            Un día decidió tirarse por la ventana y que por lo menos si había cielo pudiese vivir en paz. Que dios se apiade de su alma. 

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