y acampando en sus costumbres. Que aun camufladas,
son las mismas vejaciones, chispas de las mismas lumbres,
que sobre brasas se quedan en cenizas.
Las voces que el aire
mece y transporta, en su mayoría
son fanfarronadas de antigua escuela. Lecciones del tiempo
rancio que los mantiene.
Como carnaza de leones en horas punta.
Si se pudieran borrar del aire, las que a sabiendas
siendo ilusiones, confunden destinos.
El camino podría ser
más corto , cual referencia
es destino de una vida saboreada.
Pero disculpan esa horas a los siglos que en su peso,
van anulando brisas. Y cargando el ambiente de nubarrones
para un futuro.
Son del hedor que aún rebosa en el respirar de los honores.
Aquellos que de matanzas dejando historia, daban lecciones.
Curso de una esperanza que se apaga como vela en su acabar.
A veces la vida se pregunta sola, sin esperar más respuesta
en su silencio. Que la angustia que colma el saber de las
respuestas.
Como vela y llama,
que se unen en luz,..
misma luz que aclama,
cierre de ataúd.
Las horas se mezclan con los días y los años,
y sin querer no dejan de ser mismo el tiempo.
Discúlpame, por no ver más allá de la mirada
que estos ojos me
permiten.
Pues del horizonte perdí lo que del tiempo en
parpadeos necesarios,
son del ciego el oscuro.
Minutos, horas, meses y años en tiempo perdido,..
cual decimas de segundos no descontaban su presente,
y forman del pasado igual vacío.
Raquel Ordóñez Marqués,..
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