Suce suplicaba ayuda de sus vecinos, aquella noche que en una partida de poker, él se olvidó de lo importante.
Se jugó a su mujer como mercancía de cambio ante su egoísmo, y pasaron a recogerla al finalizar la partida.
Las luces ya apagadas empezaron a florecer en todas las ventanas, el asombro era descomunal.
A los más pequeños nos quitaban hierro del asunto, y nos volvían a acostar. Pero el continuo recuerdo fue de los días una señalización de lo que no está bien, y aun siendo de los pobres ricos, el entorno nunca olvida.
Hoy grita el pasado avisando de miradas lejanas con recuerdos vivos,...
Raquel Ordóñez Marqués.
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