Los cuerpos en su realidad, son como estelas que se lanzan en la búsqueda de vida, o se recogen en las vivencias, transformando el cotidiano en pesadillas. Aferrados a un apretar que exprime cualquier cuerpo al paso.
Una matemática que los une, suma, resta, divide o multiplica, según semejanza.
En la misma unión, existe la similitud, pago precio del mismo descontar de la vida.
Las palabras, los gestos o muecas, y las costumbres que arrastran vivencias de historias enteras.
Por eso la vida es eterna de algún modo.
Aunque se plagia en tiempo y se persigue así misma en los comunes.
Como si fuese una masa gelatinosa, se mezclan los cuerpos, unidos por las similitudes se amontonan en las infinitas existente. Doblegando en voluntad a las más débiles y sometiéndolas en la inconsciencia.
Los conocimientos básicos, son como colmenas macerando un rebosar de la abundancia.. La memoria histórica, es el precio del pago en precio, el descontar o sumar dependiendo la evolución.
La ignorancia es el riesgo, al igual que el vacío que se mueve entre los nuevos nacidos.
Carnaza de un seguimiento de educados y costumbres que ya mantienen el mismo perseguir.
Muertos vivientes agarrándose a cualquier aliento porque de vida es unión que les doblega.
Y en el nacer ya viene la agonía de esta batalla.
No hay autoridad que pueda impedir crecer a la masa en unión, ni división que no sea el mismo aliento, quien nos suprima.
Trenzar de la vida que en invisibles va creciendo a expensas de la misma que se evapora. Y el recuerdo perenne de la misma vida en su propia carrera, como inmortal de haberes.
Raquel Ordóñez Marqués.
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