Cuando empatizas con sus gentes en un lugar envejecido, todas las circunstancias que se presentan son en parte enfoque de la misma supervivencia o frustración de la rapidez en que pasa la vida. Y es que en edades tempranas, eso no parece causa de preocupación hasta que no se ven las orejas al lobo y los días vienen siendo momentos, de un vago recuerdo en su simpleza.
Es bien sabido, que todos tienen sus preocupaciones y dependiendo las circunstancias que estén viviendo, vienen siendo unas u otras. Pero llega un momento determinado en la vida, para asemejar a las preocupaciones de todos, lo que por generaciones, viene siendo una generalización asegurada.
Se me escapa la vida en pensar de esos bienes,
que demora en su ausencia cual poder preocupar,...
lo que son materiales de los muchos que tienen,
los que viven en tiempos amoldados de igual.
Secundar de riquezas que en la vida sostienen,
del igual esperanza que ilusiones por dar,...
y en la misma se atrapan porque no les mantiene,
y es que a todos les llega señalado un final.
Yo que soy de esperanza un motivo de hablados,
que en palabras escritas te trasporto a un llegar,...
a lugares prescritos que en su fin igualados,
son comunes y asiduos de un poder alcanzar.
Es la vida quien habla en sus muchos lenguajes,
cuando miras los fines que te marca sin más,...
y en los modos parece que eligieron salvajes,
porque nunca comprendes este fin que es marcar.
Es la misma comedia de teatros escritos,
es la misma parodia de un vivir y amoldar,...
a leyendas que alcances o quizás sean mitos,
que te llevan de iguales a ese mismo final.
Raquel Ordóñez Marqués.
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