Esa mano que te tiende la miseria,
cuando todos han perdido la esperanza,...
esa mano que ha vivido las tragedias,
se te da sin arrogancia.
Soy tan pobre que aún que quiera más no puedo,
tan sincera que me asusta la locura,...
y aunque vea claramente los enredos,
soy tan débil que no llevo ni armadura.
Me deprimo cuando alguien se derrumba,
sin posibles que le den un horizonte,...
y hasta lloro en el contar de tantas tumbas,
de personas que perdieron su soporte.
Ya no cuento ni los días ni los años,
solo miro de observante en mi camino,...
lo que bueno o en el dar de tantos daños,
me depare como a todos mi destino.
De diagnostico perdí los equilibrios,
me comparan y sin más siguen su ritmo,...
los cristales son añicos de ese vidrio,
cual de fe mi catecismo.
Solo espero que en afán de contradichos,
mis cenizas en el viento,...
no alimenten a los bichos,
porque libre yo me siento.
Raquel Ordóñez Marqués.
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