En el peor de los casos yo salgo ganando, porque libero tensiones que del frustrar ya venían acaparando mi vida,...
Pierden los que bajo el cobijo quedan desamparados de opciones, los que nunca protestan porque a merced en su entorno hasta le acercan la silla. Pobre solvencia para cuando el necesario sea colocarse en algún lado que no diferencie, para cuando la autonomía le exija moverse en inercia que no han tenido ni tendrán. Y el aprender es de oficio.
Se te acabó el aprender porque aparcarte es costumbre de lo que se traga el orgullo, lo que digiere en constancia ese disfraz de tolerancia bajo batuta de impuestos.
Ahora tus manos serán ese esclavo que se repite en que haceres,...
Tu boca el silencio permisivo de la impotencia,
Tus ojos un borrón que te nubla el horizonte y tus pasos la medida de un exacto a un equivalente.
Se acabó el entusiasmo de enseñarte, donde la crueldad y el egoísmo son oficio de la indiferencia, porque distraen sus diarios, puestos de equivalencia a un trato lejano, donde lo humano obstaculiza las diferencias de grado,.. Las que se crean sus mentes.
Maldita prepotencia.
Se guiaran por las necesidades que abarcan de cada cargo su puesto, por el privilegio que les da el solventar sus tareas,...
Las locuras del entorno siempre serán amoldables si a cambio se diluye la tormenta de un preciso.
Y es tan preciso que los proveedores queden satisfechos, que sacrificaran la paciencia de los tolerantes.
Las enfermedades se mezclan, pero la peor mezcla es la de la vanidad de sus cargos, apenas aprendices de la vida mostrando una superioridad imprudente para los ojos que observan.
Raquel Ordóñez Marqués
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